Una vez introducidos en la rutina del curso escolar, los padres nos proponemos nuevos retos.
Es el momento de empezar a sentir inquietud por diferentes aspectos que hace unos meses ni nos planteamos y que ahora pensamos que es el momento idóneo para poner en marcha.
Quizás hasta ahora nuestro hijo ha dormido en nuestro mismo cuarto, en su cuna o con nosotros practicando colecho, pero es ahora cuando sentimos la necesidad de dar el paso y comenzar a dormir en su propia cama, dentro de su espacio y su rutina.
No a todos nos funcionan los mismos métodos, ni fórmulas, pero para quienes deciden dar este paso, puede suponer un quebradero de cabeza llevarlo a cabo de manera exitosa.
1- Establecer una rutina común para todos los días. Si buscamos que nuestro hijo duerma en su cama, debemos ser coherentes con nuestro discurso y manteneros en él, acompañándolo de una manera afectiva y respetuosa, pero sin perder el fin que nos hemos marcado.
La rutina también debe marcar un proceso. Luz suave, música relajada… Los niños y las niñas anticipan muy bien las rutinas si las llevamos a cabo cada día de manera similar. Es decir, si asocian la hora del sueño a justo el momento después de cenar, y de haber leído un cuento, sabrán mejor que tras estas actividades seguidamente viene la hora de irse a la cama. Para ello, podemos emplear una luz tenue, una música relajada y en tono bajo, hacer cosquillas suaves sobre sus piernas, tumbarnos junto a ellos, hablar en voz baja o lo que creamos que puede ser efectivo para bajar la intensidad de nuestros hijos.
2- Partir de mucha paciencia y comprensión. Esta es la clave en nuestro proceso. Nuestra hija o nuestro hijo no tienen por qué sentir que necesitan o quieren realizar este cambio, por lo que tenemos que tener la mochila cargada de paciencia si queremos sea toda una victoria.
3- La empatía y el cariño son nuestros aliados. En todo proceso con nuestros hijos, estas deberían ser nuestras bases. El cariño nos hace que podamos realizar los mismos procesos con una mirada de afecto esencial en la infancia, y la empatía nos propone mirar a través de los ojos de nuestros hijos, y percibir, sentir y acompañar como ellos necesitan y no como nosotros necesitaríamos.
4- Comenzar de manera paulatina en un momento de relax y calma familiar. El momento en el que comencemos es muy importante. Quizás empezar un lunes tras un día agotador de trabajo, lleno de extraescolares y sin la paciencia necesaria, puede hacernos sentir que no vamos a lograrlo nunca. Por lo que debemos saber escoger el día idóneo para ello.
El primer día quizás estemos dos horas para que consiga conciliar el sueño, y necesitando nuestra presencia continuada. Si es así, hagámoslo. Si le aportamos seguridad y confianza, entenderá que es un proceso más y poco a poco se adaptará a él.
5- Ser flexible dentro de unas normas. Debemos saber cuál es nuestro fin y ceñirnos a él, pero sin olvidar que la flexibilidad es una virtud, es decir, que nuestro hijo duerma en su cama no quiere decir que le dejemos solo llorando para lograrlo, sino que podemos y debemos acompañar su proceso estando con él, dándole tiempo, entendiendo sus miedos, respetando sus necesidades, etc.
El primer día quizás estemos dos horas para que consiga conciliar el sueño, y necesitando nuestra presencia continuada. Si es así, hagámoslo. Acompañemos este proceso, quedándonos a dormir con él o ella hasta que lo necesite. El simple hecho de haber cambiado de espacio, a su cama, ya es un gran cambio, por lo que ya es un paso. Si le aportamos seguridad y confianza, entenderá que es un proceso más y poco a poco se adaptará a él.
6- Celebrar cada éxito por pequeño que sea. Si el primer día logró dormir un ratito en su cama, debemos centrarnos en ese éxito y remarcarlo, sin destacar lo que aún no ha conseguido, sino reforzar lo que sí ha logrado.
7- Darle seguridad y confianza. El ser humano tiende a tener miedo a los cambios, por inseguridad, desconfianza y desconocimiento. Una vez conoce lo que va a suceder, se siente seguro y confiado y se adapta a la situación con éxito, por lo que nuestro papel es acompañar sus emociones, sin juzgarlas, dándole tiempo, seguridad y confianza.
8- El adulto debe mostrarse disponible, calmado y seguro. Esto quiere decir que si nos pide que vayamos varias veces a despedirnos, lo hagamos, si dice tener miedo, lo comprendamos, si tiene unos días más irascible, empaticemos con él y comprendamos que todo cambio lleva un tiempo y un proceso. El rato de ir a la cama debemos dedicárselo al 100%, teniendo nuestro fin claro y mostrándonos seguros en nuestro proceso.
9- Todo cambio precisa de tiempo. Es decir, quizás haya niños que se adapten en una semana, y otros que necesiten meses. Pero si realizamos el cambio con positividad, cariño y confianza, iremos observando cómo los cambios van surgiendo.
10- Somos el modelo y el espejo donde se miran nuestros hijos e hijas. Si mostramos paciencia, calma, seguridad y comprensión, seguro que ellos nos devolverán este reflejo rápidamente, por lo que la clave siempre está en nosotros y nosotras, y no tanto en ellos o ellas.
Mucha paciencia, tranquilidad y confianza, que seguro que con estas claves nos es más fácil conseguir nuestro objetivo.
Leave A Reply