Muchos querríamos tener un superdeportista como Messi, un Lebron James o un Rafa Nadal en casa. Pero eso no es posible, aunque no debería hacer falta decirlo. No por nada, sino porque ellos son únicos. Como nuestras hijas e hijos, por cierto.
Entrenadores y árbitros resumen la peligrosa tendencia que se está imponiendo en el deporte base en España en dos frases: “Los peores son los padres”. Y “cuánto más pequeños son los niños, peor”. Cada vez hay menos educación y más peleas. Casi todas ellas –hasta el 90 por 100– con los familiares hooligans que están en las gradas como foco de la violencia.
Deporte base: con la violencia no se juega
El caso es que con ese afán por competir, por ganar, transmitimos la ansiedad de padres/madres/abuelos a hijos, hijas o nietos/as. Las frustraciones (deportivas, personales o vitales) de los mayores acaban ahogando a nuestros pequeños. Los insultos y la pérdida de respeto por el rival, por los árbitros o hasta por los propios compañeros, desgraciadamente, pasan de generación en generación. Mala herencia.
Cuando nosotros éramos pequeños ya estaba el típico familiar maleducado a pie de campo. El problema es que ahora son una plaga. En deportes individuales y de poco contacto como el tenis y, sobre todo, en los colectivos: balonmano, baloncesto y principalmente fútbol.
«O tú o tu hijo»
Detectado el cáncer, no queda otra que extirparlo. Por el bien de todos. Aunque sea mucho más complicado hacerlo que decirlo. No basta con medidas aisladas o meramente coercitivas. Hace falta un plan de choque. Empezando por el Congreso y acabando por cada uno.
En Suecia o Finlandia hay escuelas de padres. En España ya brotan los departamentos de juego limpio y la deportividad como materia en algunos temarios escolares. Hay clubes que han ido más allá y prohibido la entrada de los familiares, total o parcialmente, en entrenamientos o partidos. “O tú o tu hijo”, han llegado a plantearles a algunos de esos padres hooligans. Además, los hay distantes, que por su falta de implicación tampoco resultan positivos para los niños y, por suerte, normales.
La mayoría diríamos sin vacilación alguna que estamos en el grupo de los normales, ¿verdad? Aunque muy pocos serán los que no hayan perdido los nervios e incumplido el protocolo alguna vez. Yo, el primero. Lo reconozco: más que puedan ganar o perder, que lo hagan mejor o peor, me quema por dentro pensar que mis hijos se puedan sentir humillados jugando. A veces peco de sobreprotector, lo admito, ¿a vosotros no os pasa?
Lo harán siempre lo mejor que puedan
En los momentos de crisis, intento contar hasta 10 antes de gritar o perder la calma, algo que nunca debemos hacer. No siempre funciona. En esas situaciones límite me queda un último salvavidas: tener presente cuál es la razón de todo esto.
Recuerdo aquella primera derrota (¡en el primer partido!) del equipo de Víctor. Al acabar le pregunté si se había divertido y me dijo con una sonrisa «¡Mucho!». ¿Mensaje recibido? Esto es para ellos un juego.
Lo harán siempre lo mejor que puedan, y disfrutarán ya por el mero hecho de estar jugando. Disfrutemos viéndolos. Como remata el decálogo de buenas prácticas para familiares de una modesta escuela de fútbol, dejemos simplemente «que sean niños».
¡Compartid vuestras experiencias en las competiciones de vuestros hijos e hijas en los comentarios!
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