Si tu hijo a veces pega a otros niños, muerde, tira del pelo o da un empujón… ¡Enhorabuena! Tienes un niño sano y absolutamente normal. Esto no significa, no obstante, que no debamos corregirle y enseñarle a gestionar sus emociones de una manera más adecuada. Pero debes saber que a determinadas edades estas conductas son completamente normales y entrar dentro de lo esperable.
¿Por qué decimos esto? Vivimos en la era de los niños-robot. A menudo psicólogos y educadores asistimos asombrados a las demandas de una sociedad que no tiene en cuenta la realidad del niño. Que pretende que los niños no se comporten como niños: que no sean inquietos, ruidosos, curiosos, hablen por los codos, lo toquen todo o defiendan sus intereses con uñas y dientes. Esto es lo normal.
El niño cuando nace tiene un cerebro tremendamente inmaduro. Con un gran potencial, sí, pero muy inmaduro. Y con una abrumadora tarea por delante. A una vertiginosa velocidad el niño empieza a caminar, hablar, relacionarse con el entorno, comprender las normas sociales, aprender a relacionarse… y el mundo puede ser realmente complejo y exigente.
Cuando un niño pega, por ejemplo, porque su compañero de juegos no le deja un juguete, estamos asistiendo a una conducta inmadura. Vemos su incapacidad para gestionar sus emociones: siente frustración porque no le dejan el juguete, y no sabe expresarla. Siente deseo de conseguir el juguete, y no sabe cómo lograr su objetivo. Tiene un problema, y no sabe resolverlo. Y como tiene 3 años, y pegar sí que sabe, pues le da un empujón.
Prefiero el empujón (al menos el niño “hace algo”, pone en juego un recurso), que la pasividad, la inactividad o la resignación. Cuando uno tiene un objetivo en la vida, poner energía en conseguirlo es una gran virtud. Ahora solo tenemos que enseñarle a poner esa energía de la manera adecuada.
¿Qué podemos hacer los padres cuándo nuestro hijo pega?
Cualquier ocasión a priori problemática puede convertirse en una perla educativa, en un momento valioso para administrar disciplina de una manera positiva:
1. Corregir la conducta
Cuando presenciamos un mal comportamiento es esencial actuar inmediatamente, reconduciendo la situación y controlándola. Así, no resulta adecuado esperar a que el niño se dé cuenta de su mal comportamiento o esperar a que la situación se resuelva por sí sola. Los niños como ya hemos visto poseen una capacidad de autocontrol emocional y conocimientos limitados, por lo que son los padres quienes deben actuar para manejar y enseñar que dicho comportamiento no resulta adecuado.
Ejemplo:
Si su hijo y un amigo se pelean por un mismo juguete, se deberá actuar requisando el juguete y esperando a que ambos se calmen, sin mostrar enfado por su comportamiento, simplemente actuando y corrigiendo la mala conducta.
2. Enseñar una lección
Tras actuar y frenar el mal comportamiento, debemos explicarles a los niños qué se espera de ellos y porqué es importante este aprendizaje para su desarrollo social y emocional.
Así, siguiendo el ejemplo del apartado anterior:
En esa situación, deberemos explicarle al niño que se debe aprender a compartir y a llegar a un acuerdo que les permita disfrutar a los dos.
3. Favorecer la autodisciplina y el control emocional
Los padres son los encargados de ayudar a los niños a adquirir nuevas conductas que favorezcan adecuadas relaciones sociales y respeten las normas y valores de nuestro contexto, así como de enseñarles estrategias para que puedan resolver sus problemas y sepan controlar mejor sus comportamientos.
Siguiendo con el ejemplo ya visto:
En dicha situación los padres podrían ayudar a los niños a resolver el conflicto, enseñándoles a turnarse y respetar el tiempo del otro, siendo comprensibles y empáticos a las necesidades de su amigo y creando una relación social más saludable y adaptativa.
4. Cuidar la relación padre/madre e hijo/hija
Durante todo el proceso de enseñanza es importante cuidar la relación entre los padres y el niño. Esto implica que debemos mostrarnos cercanos en la relación, explicarles que estamos para ayudarles, sin juzgarlos, y que pueden acudir a nosotros cuando lo deseen.
Para ello es esencial, mostrar una actitud afable y comprensiva, abierta siempre al diálogo, a escuchar los sentimientos del niño y a validar los mismos, evitando los comentarios despectivos que hacen sentir al niño más frustrado y fracasado en su tarea. Lo más adecuado es explicarles y ayudarles en el cambio.
Así, siguiendo nuevamente con el ejemplo:
En esta situación los padres podrían ayudarles a estar juntos y a poner solución a sus diferencias, demostrándole que siempre puede acudir a los mismos cuando tenga un problema.
Debemos tener en cuenta que la disciplina no se consigue a la primera, requiere de muchos intentos e insistencia en el uso de métodos. No resulta apropiado rendirse tras unos intentos, quizás a la decimocuarta vez que se lo expliquemos consigamos que lo aprenda, y esto será el gratificante resultado de todos los intentos anteriores.
Úrsula Perona es lincenciada en Psicología y especializada en Psicología Clínica Infanto Juvenil. Actualmente tiene una consulta privada en Alicante y participa como experta en congresos de ámbito internacional. Así mismo ha colaborado con diversos medios de comunicación locales.
Desde el año 2010 tiene un blog que le acerca a sus pacientes y donde comparte información que puede resultar útil a sus lectores.
Podéis seguirla en su blog ursulaperona.com
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