María Menéndez es periodista, community manager y por último, aunque no menos importante, madre de familia numerosa. ( 4 niños de 6, 5, 3 años y 5 meses)
Le apasiona leer y escribir y es por eso que desde hace 4 años logró aunar sus pasiones escribiendo un blog para así poder compartir sus experiencias sobre la crianza de sus hijos.
«Creo que somos muchas mujeres las que necesitamos hacer una tribu virtual en esta sociedad cada vez más desvinculada y ser parte de ella, es lo que nos puede ayudar a permanecer cuerdas en estos años de crianza “locos”.
Podéis seguirla en su blog Con M de madre
Las sombras de la maternidad
Creo que cuando una se convierte en madre por primera vez no sabe realmente qué es lo que le espera. Todas hemos intentado leer libros sobre el tema en mayor o menor medida, visto vídeos de partos las más valientes, acudido a los cursillos de pre-parto y escuchado historias de amigas o primas nuestras sobre embarazos, partos y lactancias más o menos difíciles. Sin embargo, lo cierto es que cuando te ves tú ahí sola al pie del cañón, todo cambia. Este es un post real como la vida misma, no pretendo quitar a nadie la ilusión de ser madre, ni mucho menos, simplemente quiero hablar de cómo son las cosas de verdad, de tratar aquellos temas que nadie te cuenta y te encantaría haber sabido de antemano, o al menos, lo que me hubiera haber sabido a mí.
Lo primero es el embarazo. ¡ Qué bonitas lucen las barriguitas en todas las mamis! ¿ verdad? Pero otra cosa es cómo te sientes tú de pesada en ella y cómo sólo deseas dar a luz cuanto antes para acabar con las naúseas, vómitos, ciática, varices, pies y manos hinchadas, ardores, estrías, insomnio y demases (por mencionar los más comunes).
Pero, ¿qué pasa cuándo, además, un embarazo tiene complicaciones y tienes que hacer reposo durante prácticamente toda la gestación? Creo que ahí empezaron a salir mis fantasmas, allá por el embarazo de la Menor cuando tuve que reposar durante 7 larguísimos meses, como ya conté en su día en otro post. Tú aguantas porque sabes que es necesario para tu bebé y sigues todas las recomendaciones del ginecólogo a rajatabla porque sólo deseas conservar aquella vida que crece en tí, pero entonces surgen los miedos. ¿ Y si algo no va bien? , ¿ y si lo pierdo? Estas preguntas rondaron en mi cabeza cada día que pasé entre mi cama y el sofá de mi casa, pero finalmente, tras un embarazo eterno dí a luz.
Eso sí, sus consecuencias físicas y psicólogicas todavía hacen mella en mí. Creo que de estar obligada a estar encerrada en casa ahora le tengo pavor a quedarme aquí. Los veinte tantos kilos que cogí y luego perdí no sin MUCHO esfuerzo, hicieron que descubriera que tenía algún problema con la alimentación que luego tuve que tratar durante el año posterior y contra lo que todavía lucho y lucharé de por vida. Es cierto que miro a mi hija guapísima, salerosa y llena de vida y pienso que lo volvería a hacer por ella las veces que hiciera falta, pero no sin mucho esfuerzo, insisto.
Nadie te dice al quedarte embarazada que es posible que cojas ya no los 9-12 kg que te aconsejan que ganes, sino que puedes hasta sin darte cuenta triplicar esa cantidad sin poder remediarlo como fue mi caso siendo un reposo obligado. Y sí, luego todo vuelve a su sitio, pero más o menos. Habrá mujeres que tengan buena genética, pero otras, nos vemos obligadas a seguir usando pantalones de embarazada hasta un año después de parir o cuando finaliza muy a pesar nuestro la lactancia. Las estrías que mis cuatro hijos han dejado marca en mí son un constante recordatorio de todas mis subidas y bajadas de peso y aunque también me recuerdan que soy una leona que he arañado con uñas y dientes y nunca mejor dicho para sacarlos adelante, no dejan de ser una horrible marca estética que desearía que no estuvieran allí. En el proyecto Postpartum en el que he colaborado junto con otras mamis, hemos querido plasmar precisamente estas ideas. Os animo a que lo veáis si queréis ver a mujeres reales tras dar a luz.
Esto que cuento es sólo mi caso, por supuesto y no todas lo habréis vivido así, por supuesto, pero yo sólo quiero que si alguna nueva madre lee esto y se ve reflejada, no se frustre porque es normal y todo pasa…y se cura más o menos con el tiempo y ayuda de personas ajenas, a veces.
Luego viene el momento tan soñado y a la vez temido por todas. Hemos oído tantas historias…y como cada mujer es un mundo, cada parto es diferente de cualquier otro, pero ¿ y qué pasa cuando llevas meses y años imaginando exactamente cómo quieres que sea tu parto y luego las cosas no son como tú soñaste? Entonces surge un inevitable sentimiento de culpa, de frustración que es difícil de mitigar. ¿Por qué yo?, ¿ por qué tuvo que salir así?, ¿ por qué no se me respetó cómo yo quería? , ¿ por qué me ningunearon como si fuera una primeriza? En fin, no quiero entrar mucho en este tema porque eso os lo contaré en un futuro cuando me sienta preparada para hablaros de mi cuarto parto. Todavía creo que duele un poco el recordarlo y eso que hace 7 meses de él. Tiempo al tiempo…
Después viene la instauración de la lactancia que parece algo tan bonito y natural que cuando empiezan a salir las grietas, el intenso escozor y dolor de pezones y una subida de leche brutal, te preguntas por qué nadie te enseñó cómo iba a ser esto para estar preparada. Por suerte, a mí esto sólo me pasó con mi primera lactancia que me costó muchísimo arrancar, pero gracias a la cual he podido amamantar durante 6 años y medio a mis cuatro hijos. Para mí no ha sido traumático, tan sólo el obligado destete de la Menor antes de que naciera el Cuarto porque el dolor de pezones era demasiado fuerte como para seguir disfrutando de nuestra preciosa lactancia de 2 años y medio.
Entonces sí que surgieron en mí dudas de si era una mala madre por haber puesto fin a una etapa tan bonita, por “robarle” en cierta manera su infancia…parece exagerado, pero cuando llevas tantos meses dando el pecho a tu niña el vínculo que hay es muy fuerte y la necesidad tanto de ella de mamar como tú de dar el pecho es muy intensa. El ponerle fin de una forma que sea obligada por dolor y no hacerlo de forma natural, no deja de ser una herida que luego también os diré que cicatrizó antes de lo que yo pensaba con la llegada del Cuarto.
Al tema que quería llegar cuando hablo de sombras de la maternidad es eminentemente a las noches, a esas largas e intensas veladas que parece que nunca se van a acabar. Deberían enseñarnos en el cole algún truco o prepararte de alguna manera para esta enorme falta de sueño y darte claves para cómo sobrevivir al día a día aún durmiendo atropelladamente durante días, meses y años. Creo que cualquier madre te podrá decir que ha sufrido este tema en mayor o menor medida. Al dar el pecho y los bebés y niños son más demandantes. En estos casos, creo que es más fácil que las malas noches se perpetúen en el tiempo y en vez de ir mejorando con el paso de los meses, sucede lo contrario y es que a medida que el bebé crece, en vez de dormir más, duerme menos y quiere mamar más y tú estás cada vez más hecha un trapo.
Con el Mayor lo pasé muy mal pues hacía tomas eternas (ahora veo que demasiado largas) de una hora, hora y media, para lo cual me entretenía viendo telenovelas de madrugada (claro, no existía WhatsApp), pero con el Mediano me las vi para mantenerme despierta prácticamente toda la noche a su lado. Probaba todo lo que había escrito y por haber: amamantarle, cambiarle pañal, mecerle, cantarle…lo de ir a dar una vuelta a la manzana con el coche reconozco que nunca lo he llegado a hacer por pereza más que nada, aunque seguro que es efectivo. ¿Qué haces cuándo ves pasar las horas una a una día tras día? Que te conviertes en un ser errante, con ojeras, apático y casi sin ganas de vivir de no ser por ver la carita sonriente de tu bebé. Os lo estoy pintando muy dramático, pero ¿acaso no se ven las cosas dramáticas por la noche? Y al final todos los niños acaban durmiendo del tirón tarde o temprano, pero ese tiempo es absolutamente mortal para las madres. Te sientes como en una especie de túnel negro sin salida y no tienes la claridad mental para pensar que todo pasará.
Es un poco la misma sensación de agobio que puedes experimentar de día cuando en los primeros meses no haces nada más que estar en casa con el pecho fuera y te preguntas si habrá vida más allá y te cuestionas seriamente cómo hay mujeres que hasta les da la vida para maquillarse, peinarse e ir a la moda sonrientes cuando tú ya tienes bastante con errar por las calles de cualquier guisa. Eso es algo que aprendí con el Mayor: hay que salir de casa aún sintiéndote cansada y fea. Me ha costado ponerlo en práctica, no creáis. Hasta este cuarto postparto no he entendido y vivido que la clave para superar el postparto siempre que sea posible físicamente es salir a la calle y relacionarte con otras madres que han pasado por lo mismo que tú. Las noches son eternas, es cierto, pero de día todo se ve de otro color y compartiendo tus penas con una vecina o amiga delante de una taza de café o una coca-cola todo se ve mejor, de verdad. O al menos así lo he vivido yo.
Otra etapa en la que yo empiezo a verme ahora como madre que no trabaja fuera del hogar es la de criar a tu hijo en casa, cosa por la cual doy infinitas gracias porque creo que es fundamental para ellos, pero que no deja de ser muy cansado física y psicológicamente. Es la famosa etapa del “hablar bebé” como yo digo las 24 horas del día. Esa maravillosa etapa en la que los niños empiezan ya a sentarse, gatear, seguirte a todas partes y la casa está permanentemente sucia, desordenada, con juguetes y comida por el suelo mientras se acumula el trabajo del hogar. Pero una vez más, la clave es pensar que todo pasará, que es sólo una etapa y que aunque ahora desees algún ratito de independencia de tu adorado bebé, luego desearás volver a poderlo estrujar y besar entre tus brazos sin que se queje.
La vida es muy corta y los niños crecen rápido. A pesar de etapas muy duras, hay que intentar abstraerse y pensar que todo acabará y vendrán tiempos mejores, pero eso sí, mientras tanto, es fundamental verbalizar como nos sentimos con alguien que nos comprenda. Las penas compartidas son menos penas, así que os animo a todas a que os desahoguéis con vuestra madre, hermana, tía, prima, vecina, amiga y le contéis cómo os ha ido cada día y cada noche porque con un poco de empatía seguro que lo llevaréis mejor. De esta manera hasta cogeréis a vuestros hijos con un poco más de alegría durante esas etapas más difíciles de no dormir. Evidentemente también debe una contar todas sus cosas a su marido, pero si éstos trabajan todo el día, es más fácil recurrir a una mujer que nos puede atender, aunque eso no quita para que le contemos a él también nuestras dificultades del día a día y cómo nos sentimos. Porque la vida es una carrera de fondo y hay que ir cogiendo aire para llegar bien al final, unámonos, madres y busquemos apoyo entre nosotras.
2 Comments
Qué bonito María, me ha encantado tu sinceridad. Y para mi siempre has estado preciosa. Las fotos lo atestiguan. Eres belleza pura por dentro y todo lo demás a la porra. Un beso y felicidades por tu post
Muchas gracias, María José!! tú sí que eres guapa!